Ballet Mécanique (1924), Fernand Léger
Concebida por Fernand Léger y Dudley Murphy en colaboración con el compositor George Antheil, Ballet Mécanique (1924) encarna una de las exploraciones más radicales del cine como arte autónomo. Más que narrar, esta pieza piensa en imágenes, utilizando el montaje, la repetición, el fragmento y la aceleración como recursos compositivos que disuelven la continuidad del cuerpo y la lógica representacional.

La obra propone una coreografía de objetos, cuerpos y máquinas donde el ritmo prevalece sobre el significado. En este ballet sin bailarines, los engranajes, las cucharas, los rostros y los ojos giran y parpadean bajo una lógica rítmica que transforma lo cotidiano en forma poética. El cuerpo es descompuesto y recodificado: ya no unidad anatómica, sino constelación de partes que se pliegan al tiempo mecánico.

Como plantea Tom Gunning en “The Cinema of Attractions: Early Film, Its Spectator and the Avant-Garde” (1986), este tipo de cine no se define por la construcción narrativa, sino por su capacidad de provocar, exhibir y fascinar. Ballet Mécanique se inscribe en esa estética de la atracción: “una exhibición de la capacidad del medio para captar la atención y generar asombro” (Gunning, 1986: 64). No hay aquí una historia, sino un acontecimiento visual; una provocación sensorial en la que el cine actúa como arte del presente.

El uso del fragmento —rostros cortados, movimientos desacoplados, acciones sin contexto— encuentra resonancia en el pensamiento de Georges Didi-Huberman, quien ha sostenido que “la imagen no es una totalidad dada, sino una construcción por montaje” (Lo que vemos, lo que nos mira, 1992). En Ballet Mécanique, las imágenes no significan, sino que interrumpen, provocan, desestabilizan. Esta lógica del montaje como lugar del pensamiento (más que del sentido) sitúa a la obra en el corazón de la modernidad visual: allí donde la imagen ya no ilustra, sino que aparece como potencia sensible.
Por su parte, Andrea Soto Calderón propone pensar la imagen no como reflejo ni símbolo, sino como “una forma de pensamiento que se da a través de la sensibilidad” (La performatividad de las imágenes, 2020). Desde esta perspectiva, Ballet Mécanique no representa la máquina: se vuelve máquina. La cámara deviene engranaje, el montaje se vuelve motor, el cine se convierte en dispositivo de pensamiento rítmico. Como afirma la autora: “pensar por imágenes exige una transformación de las formas de percepción, exige aprender a mirar desde otra lógica” (Soto Calderón, 2020: 137). En esta pieza, el cine deja de ser un espejo del mundo y se convierte en un procedimiento activo de percepción.
Así, Ballet Mécanique funciona como un manifiesto visual: no sobre la modernidad, sino desde ella. Una exploración donde el ojo, el objeto, la luz y el cuerpo operan bajo una lógica que ya no busca representar el mundo, sino producirlo. Una obra que no teme la repetición ni la velocidad, porque entiende que allí —en ese vértigo de engranajes y párpados— nace una nueva manera de ver.
- Gunning, Tom. (1986). “The Cinema of Attractions: Early Film, Its Spectator and the Avant-Garde”. Wide Angle, Vol. 8, No. 3–4, pp. 63–70.
- Didi-Huberman, Georges. (1992). Lo que vemos, lo que nos mira. Madrid: Ediciones Cátedra.
- Soto Calderón, Andrea. (2020). La performatividad de las imágenes. Barcelona: Metales Pesados.