
La práctica artística de José Raúl Pérez se despliega como un acto de escucha y de recuperación. En su obra, materia, memoria y tiempo se entrelazan para activar formas de resistencia poética frente a los procesos de olvido, desposesión o extractivismo que atraviesan tanto lo individual como lo colectivo. Su trabajo se arraiga en una relación íntima con los materiales —particularmente los que provienen de lo orgánico, lo residual, lo aparentemente desechado—, y desde ahí propone una relectura crítica del paisaje, del cuerpo y del territorio.

Pérez no se limita a representar: interviene, transforma, y a veces simplemente acompaña los procesos de descomposición, erosión o mutación que los propios materiales le exigen. En su obra, la fragilidad y la persistencia no son opuestos, sino formas de existencia entrelazadas. Las piezas que emergen de su taller —ya sea en forma de escultura, instalación, gráfica expandida o acción— operan como umbrales hacia otras formas de sensibilidad: una que observa con detenimiento, que nombra lo que ha sido silenciado, que cuida lo que está por desaparecer.

Su mirada está atravesada por una conciencia ecológica y afectiva, pero también por una arqueología sensible que rastrea signos en lo mínimo: una huella, una costra, una raíz. En sus procesos de trabajo, José Raúl Pérez se aproxima al gesto artístico como una forma de diálogo con lo invisible, con lo que ha quedado fuera del archivo oficial o ha sido desplazado por las narrativas dominantes del progreso.

Más que objetos, sus obras son condensaciones de procesos, derivas matéricas que desafían los límites entre lo vivo y lo inerte, entre lo humano y lo no humano. Desde una ética de la escucha y del cuidado, su práctica invita a reaprender a mirar: no desde la distancia del observador, sino desde la implicación del que se deja afectar.




