
Eduardo Vargas Rico desarrolla una práctica artística que tensiona las nociones tradicionales de territorio, frontera y representación geográfica mediante la manipulación de materiales, documentos y objetos encontrados. Su obra se sitúa en el cruce entre arte, arqueología y cartografía crítica, para interrogar los modos en que representamos, medimos y habitamos el mundo.

A través de series como Atlas: Impresión Cartográfica y Cartografías Locales, Vargas Rico reescribe los lenguajes técnicos de la medición terrestre —coordenadas, escalas, topografías— para desmontar su aparente neutralidad y mostrar sus límites políticos, culturales y afectivos. Lejos de entender la cartografía como un reflejo exacto del mundo, el artista expone sus omisiones, deformaciones y convenciones, revelando cómo toda representación territorial implica una operación de poder.

Inspirado por una perspectiva arqueológica no interpretativa, Vargas Rico no busca traducir los documentos como signos de una verdad oculta, sino registrar su existencia material y sus usos como prácticas situadas. Sus piezas desplazan los mapas de su función informativa hacia un campo ambiguo entre la ciencia y la ficción, donde los territorios no sólo se trazan, sino que se imaginan, se resisten y se reconstruyen.

En su obra, las cartografías se abren a lo incierto: ya no son solo herramientas de localización o control, sino superficies que pueden dar lugar a otras narrativas posibles —existenciales, afectivas, poéticas— que desafían la lógica reduccionista de los mapas oficiales. Eduardo Vargas Rico habita ese margen, el del arte que desarma la técnica para ensayar nuevas formas de situarnos en el mundo.
