
El trabajo de Julio Barrita explora las tensiones entre la imagen, el objeto y el entorno social, articulando una poética visual que emerge desde la fractura. A través de la intervención fotográfica, Barrita se adentra en las cicatrices que la migración ha dejado en la Mixteca oaxaqueña, una región profundamente marcada por la ausencia. En este contexto, su obra no sólo documenta, sino que reconfigura el espacio afectivo del hogar migrante.

Las imágenes que produce no son meros registros, sino gestos de restitución simbólica, retratos proyectados de quienes han partido se inscriben fugazmente sobre los muros de casas vacías, edificadas con el esfuerzo de aquellos ausentes. Esta proyección es un acto doble: por un lado, reintegra por un instante la figura del migrante al lugar que dejó atrás; por otro, subraya su carácter intangible, inmaterial, casi espectral, como lo es también la presencia que habita la memoria de los que se quedaron.

Barrita construye así imágenes donde coexisten el abandono, la permanencia y el deseo. Al superponer en un mismo plano la casa deshabitada, los familiares que esperan y la figura evanescente del migrante, su obra opera como un ritual de melancolía, una tentativa por suspender el tiempo de la espera y reconstruir, aunque sea por un instante, la trama rota del hogar. Su práctica visual no busca respuestas definitivas, sino abrir un espacio para la reflexión íntima y colectiva sobre lo que implica habitar entre ausencias.