
La práctica artística de Lizette Abraham despliega una compleja red de vínculos entre cuerpo e imagen construida, donde lo visual funciona como una maquinaria especulativa para desbordar los límites de la representación. Su trabajo interroga la corporalidad desde una dimensión expansiva y procesual, en la que la piel, se convierte en una membrana porosa que posibilita la mutación y el devenir de otras identidades.

En su serie Corpobiontismo, la artista plantea una reconfiguración del cuerpo como territorio simbiótico, donde biotextiles—materiales orgánicos que evocan crecimiento, mutación y simbiosis—se integran a su cuerpo como agentes activos de transformación.

Las imágenes que produce escenifican. Su fotografía articula una política de la ficción que desestabiliza las narrativas del cuerpo normado. En lugar de mostrar el cuerpo como un objeto cerrado o determinado por el binarismo de género, lo presenta como un ecosistema abierto, un campo de fuerzas donde lo humano y lo no humano se entrelazan en relaciones de cohabitación y afectación mutua.

El cuerpo, se convierte en soporte y sujeto a la vez. Esta doble función permite una lectura crítica de las tecnologías de control y representación, y habilita un gesto de apropiación estética, habita al cuerpo como archivo que se reescribe desde lo táctil, lo orgánico y lo simbiótico. El trabajo de Abraham puede leerse como una respuesta a los regímenes de visualidad contemporáneos que imponen una normatividad sobre el cuerpo a través de la imagen. Su propuesta subvierte esta lógica al plantear una estética de la inestabilidad, de la mutación, de la ambigüedad.

Abraham construye imaginarios que indagan en los cruces entre identidad, biología y deseo. Crea un espacio en el que el cuerpo se reinventa al ser atravesado por texturas, formas y materiales que lo expanden. Esta expansión, es política, al concebir el cuerpo como un ente fluido, Abraham abre la posibilidad de imaginar subjetividades fuera del marco impuesto por la biopolítica.
