
Hollywoodgate es un documental de observación profundamente inquietante que logra convertirse en testimonio histórico y alegoría política. Dirigido por el documentalista egipcio Ibrahim Nash’at, el filme pone el foco en un momento de inflexión en la historia contemporánea, la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán en 2021, el vacío de poder dejado tras dos décadas de ocupación, y el resurgimiento de los talibanes como fuerza militar organizada y tecnológicamente fortalecida. El documental consigue capturar este proceso con una mirada contenida pero elocuente.
Desde su primera secuencia, el documental posiciona a la cámara como una intrusa tolerada, un testigo silente que avanza por pasillos abandonados, hangares vacíos y almacenes repletos de armas. En lugar de intervenir o enjuiciar directamente, Nash’at construye un relato visual que se apoya en la tensión latente entre lo que se muestra y lo que se oculta. La base militar conocida como Hollywood Gate se convierte en símbolo de la paradoja afgana, un país devastado por la intervención extranjera, donde los escombros del imperialismo se transforman en herramientas de una nueva dictadura religiosa.

Uno de los mayores logros de Hollywoodgate es su acceso privilegiado, Nash’at negocia con los talibanes para poder filmar desde dentro, una decisión que implica tanto riesgo físico como ético. Enfocándose en figuras clave como Malawi Mansour, jefe de las fuerzas aéreas, y el joven teniente MJ Mukhtar, el documental revela una transición cuidadosamente coreografiada, los antiguos insurgentes se convierten en operadores militares profesionales, reapropiándose no sólo del armamento estadounidense, sino también del aparato simbólico del poder moderno.
La puesta en escena, sin embargo, está lejos de la glorificación. La cámara de Nash’at es tensa, casi claustrofóbica; los silencios prolongados y las miradas desconfiadas de los talibanes subrayan el malestar que provoca ser observados por una lente extranjera. Esta desconfianza constante convierte al propio acto de filmar en una metáfora de confrontación, la imagen como amenaza, la mirada como arma. Es en esa fricción donde Hollywoodgate adquiere su densidad crítica.
La música, compuesta por Volker Bertelmann, es usada con mesura para intensificar la sensación de amenaza latente, pero son las imágenes las que cargan el verdadero peso de la narración. Ver a los talibanes inspeccionar helicópteros Black Hawk o estudiar mapas estratégicos en salas que alguna vez fueron ocupadas por agentes de la CIA, es observar una especie de inversión del orden global.
Nash’at se abstiene de emitir juicios explícitos, Hollywoodgate es una denuncia implícita al fracaso de la ocupación occidental y a su responsabilidad directa en el fortalecimiento del régimen talibán. El documental señala, con una sobriedad devastadora, cómo la política exterior de Estados Unidos fracasó.

Hollywoodgate no es sólo una película sobre Afganistán, sino un espejo de los mecanismos globales de dominación, desinterés y consecuencias geopolíticas no asumidas.