
En el ámbito del documental contemporáneo, la narrativa ha dejado de ser una línea que se despliega de manera continua y controlada por un único narrador. Se ha convertido en una constelación de voces, soportes y temporalidades que configuran un entramado más complejo. Este tipo de proyecto distribuye la experiencia narrativa entre distintos medios, plataformas y comunidades de sentido.

En un documental transmedia el narrador se fragmenta, ya no existe un narrador único, sino múltiples agencias narrativas. Cada plataforma —una página web, una instalación interactiva, una red social o una aplicación móvil— puede asumir la función de narrar desde un punto de vista diferente.
El narrador se convierte en un dispositivo relacional, no en una voz única. Puede manifestarse como una interfaz, un algoritmo que selecciona fragmentos de testimonios, un mapa interactivo que guía al espectador o incluso como la propia audiencia que, al interactuar, reorganiza la historia. En este sentido, la mímesis (mostrar) y la diégesis (contar) dejan de estar separadas, es aquí donde el espectador-usuario experimenta ambas simultáneamente. La visualización de datos, la geolocalización o la navegación por archivos audiovisuales son modos de mostrar que implican también una forma de contar.
El texto diferencia entre la historia (los acontecimientos en orden cronológico) y la trama o estructura (el modo en que el autor los dispone). En el documental transmedia, esa distinción se diluye, es donde la historia ya no sigue un orden lineal, y se convierte en una red de nodos. Cada nodo puede contener un fragmento audiovisual, un texto, una fotografía o un testimonio que el espectador elige explorar.

El resultado es una narrativa rizomática, donde la organización de los acontecimientos se descentraliza. El espectador puede comenzar por el desenlace, descubrir el clímax al final de la experiencia o acceder a un punto decisivo desde un medio distinto (por ejemplo, una publicación en redes que adelanta o prolonga el relato principal). La estructura deja de ser un orden cerrado para transformarse en un mapa navegable, una arquitectura narrativa que propone rutas posibles más que una secuencia definitiva.
En el documental transmedia, la organización de los documentos se amplía hacia el plano del tiempo de la interacción. El relato se activa en el presente de cada usuario. La experiencia narrativa se vuelve asincrónica, donde cada espectador construye su propio tiempo discursivo al explorar los materiales.
Este desplazamiento genera una forma de temporalidad documental, donde se crea el tiempo del archivo en expansión. Las piezas que conforman el relato (entrevistas, registros, datos, fotografías) pueden actualizarse, intervenirse o remezclarse, de modo que el documental no concluye nunca de forma definitiva. El documental transmedia apuesta por un fin abierto y procesual, en el que la historia se reescribe con cada interacción.
En el documental transmedia, los puntos suspensivos se traducen en momentos de decisión interactiva, en lugares donde el espectador debe elegir, participar o intervenir en el curso del relato. Cada elección implica un desvío narrativo y, por tanto, un nuevo sentido.

De esta manera, el suspenso ya no depende únicamente del desarrollo de los acontecimientos, sino de la expectativa de acción. La narrativa genera tensión porque el espectador debe decidir cómo hacer que ocurra el relato. Este tipo de tensión redefine la relación entre narrador y espectador y es donde el usuario deviene coautor, partícipe del discurso, testigo activo de la construcción de sentido.
El documental transmedia se sitúa en una zona liminal entre la narración y la experiencia. Si en el modelo clásico el narrador era la voz que mediaba entre la historia y el discurso, en el entorno transmedia esa función se disemina entre interfaces, algoritmos, archivos y comunidades de usuarios. La historia es una red de fragmentos que se reconfiguran constantemente.
El desafío es pensar la narrativa como un sistema vivo, donde la mímesis y la diégesis, el narrador y el espectador, la historia y el archivo, coexisten en un continuo proceso de actualización. En este sentido, el documental transmedia expande los límites del relato y propone una política en la narración, donde el documental se experimenta, se comparte y se transforma colectivamente.
