
Con Dos fiscales (Deux procureurs), Sergei Loznitsa regresa al terreno de la ficción sin abandonar la precisión histórica, la austeridad formal y la lucidez política que distinguen su obra. Basada en un relato del disidente Georgy Demidov y situada en el corazón de las purgas estalinistas de 1937, la película es una inmersión inquietante en la maquinaria paranoica del poder soviético, un descenso a un régimen donde la justicia no existe y la verdad circula clandestinamente.

La historia sigue al joven fiscal Alexander Kornev, un idealista recién graduado que recibe, casi por azar, una carta denunciando torturas y asesinatos cometidos por la NKVD en una prisión de Briansk. El recluso que la envía —anciano, enfermo, y sin más recurso que su propio cuerpo como tinta— encarna la voz espectral de quienes fueron devorados por la máquina represiva. En su encuentro con el fiscal, filmado con un tiempo prolongado y cadencioso que recuerda al Tarkovski más austero, se despliega el núcleo moral y humano del film.

El viaje de Kornev hacia la verdad —y hacia su propia caída— está rodeado de un clima denso y claustrofóbico. Todos ocultan algo, todos pueden delatar. Los jueces, pese a la fachada procesal, no son más que marionetas grotescas en un ritual cuyo veredicto está decidido de antemano. Loznitsa introduce momentos de humor negro que subrayan la lógica absurda y homicida del totalitarismo. La atmósfera, sostenida por la fotografía de Oleg Mutu y la edición medida de Danielus Kokanauskis, es hipnótica, creando un mundo rígido, gris y brutal donde el miedo funciona como argamasa social.

El film dialoga con la literatura rusa —de Recuerdos de la casa de los muertos de Dostoievski al retrato de Stalin en Koba el temible de Martin Amis— para situar las purgas dentro de una genealogía más amplia de violencia estatal. Y, sin embargo, Loznitsa no mira solo al pasado, mas bien señala con claridad, aunque sin estridencias, el puente que une el terror estalinista con la violencia contemporánea.

Dos fiscales es una obra de ritmo contenido y precisión quirúrgica, una meditación sobre la responsabilidad, la lealtad y la inutilidad del heroísmo frente al totalitarismo. El gesto de Loznitsa es doble, primero reconstruye un capítulo oscuro de la historia soviética y, al mismo tiempo, expone las resonancias de ese pasado en el presente.
