
El nuevo largometraje de Kaouther Ben Hania, ganador del Gran Premio del Jurado en Venecia, es uno de los gestos cinematográficos más radicales y dolorosamente necesarios de nuestro tiempo. La voz de Hind Rajab se convierte en un dispositivo de escucha, un acto ético y político que transforma la grabación real de una niña palestina de seis años en un grito.

El 29 de enero de 2024, Hind Rajab quedó atrapada en un automóvil atacado por el ejército israelí en Gaza. Durante setenta minutos, la niña habló con voluntarios de la Media Luna Roja Palestina. Suplicó auxilio. Preguntó si la ambulancia llegaría. Escuchó cómo los disparos se acercaban. Y finalmente, el silencio. Ben Hania parte de este audio, el original, sin recreación, para construir una película que toma la decisión más política posible, no mostrar la violencia, porque el mundo ya la ha visto hasta la saturación; decide más bien hacernos habitar el espacio del miedo, la impotencia y la espera.

La acción ocurre casi por completo en el centro de operaciones de la Media Luna Roja, meticulosamente reconstruido. Allí, los trabajadores humanitarios, interpretados por Clara Khoury, Motaz Malhees y Saja Kilani, intentan sostener la delicada comunicación con Hind mientras coordinan un rescate que nunca llegará. La violencia es audible, no visual. Retumba en las paredes, en las respiraciones entrecortadas, en el temblor de las voces. La niña, siempre fuera de campo, está paradójicamente más presente que todos, mediante su voz que se convierte en la materia viva del filme.

Ben Hania evita cualquier dramatización que pueda romper la dignidad del testimonio. No hay flashbacks, no hay escenas de la niña en el coche, no hay reconstrucción gráfica del ataque. El dispositivo fílmico es minimalista y de una precisión quirúrgica, es un solo espacio, un lapso temporal acotado, una banda sonora que lleva al espectador al borde de lo insoportable. Cada llamada, cada silencio, cada interrupción telefónica es un golpe emocional diseñado para preservar la verdad.

Esta película, como afirma la directora, “no es una opinión ni una fantasía”, es un archivo de urgencia. Su apuesta estética consiste en devolver al sonido, a la voz de una niña que fue ignorada por el mundo, la potencia de un acto de resistencia. En tiempos donde la sobreexposición de imágenes de guerra anestesia, La voz de Hind Rajab desplaza el foco hacia la escucha radical.

El trabajo de cámara de Juan C. Sarmiento Grisales acompaña esta apuesta con sobriedad, mediante planos largos, casi ascéticos, que observan a los voluntarios en su desesperado esfuerzo por coordinar una misión que saben imposible. La sala de operaciones se vuelve un microcosmos del colapso moral global, un espacio donde el heroísmo cotidiano, la persistencia de hablar con la niña, de hacerle compañía, de inventar consuelo, contrasta con la brutalidad exterior.

El final del filme, que muestra los restos del coche encontrado 12 días después, no funciona como cierre narrativo, sino como ruptura, la imagen irrumpe después de un larguísimo ejercicio de escucha, y su sola presencia material provoca un impacto similar al de un documento judicial.
En su recepción mundial, la película ha sido celebrada tanto por la crítica como por el público. En Venecia, la ovación de casi 24 minutos, la más larga en la historia del festival, fue acompañada por gritos de “Palestina libre”. En San Sebastián ganó el Premio del Público con la puntuación más alta jamás registrada. Estas reacciones no celebran solo una obra cinematográfica, sino el acto de memoria que implica escuchar a Hind hoy, en 2025, cuando todavía continúan las agresiones en Gaza.

Dijo Ben Hania al recibir el premio en Venecia “La voz de Hind es la voz de la propia Gaza. El mundo la escuchó, pero nadie respondió. Su voz seguirá resonando hasta que haya justicia.” Esa es precisamente la fuerza de la película.
La voz de Hind Rajab no busca representar el horror, sino impedir su borrado. Es cine como archivo, cine como denuncia, cine como responsabilidad colectiva. Un filme que rehúsa convertir el dolor en espectáculo y que, en su radical gesto de escucha, devuelve humanidad a una niña que el mundo decidió ignorar.
