
A lo largo de tres décadas, la artista ha desarrollado un corpus que interroga las nociones de memoria, violencia, trauma, identidad y percepción, mediante un trabajo que oscila entre la desconfianza hacia la imagen fotográfica y la posibilidad de reapropiarse de sus mecanismos para dar cuenta de experiencias subjetivas. Su obra se inscribe en una genealogía crítica de la fotografía latinoamericana que, como sostiene Andrea Giunta (2008), “subvierte los lenguajes de la representación moderna para problematizar la relación entre imagen y poder”.

Un eje transversal de su producción es la tensión entre presencia y ausencia, que se manifiesta tanto en el uso del negativo como en la visibilización de técnicas defectuosas o inacabadas. En Under a Black Sun (1991-1993), la artista rescata la técnica de los fotógrafos ambulantes de Cuzco, deteniendo el proceso de aclarado de la piel y mostrando así los parámetros raciales y sociales inscritos en la práctica fotográfica. De la Torre “subraya la manipulación inherente del medio” al privilegiar el procedimiento sobre el resultado final, lo que evidencia que la fotografía “no es un espejo de la realidad sino un código culturalmente construido” (Tagg, 1988, p. 3).

En series posteriores como The Lost Steps (1996), la artista radicaliza esta operación crítica al fotografiar evidencias judiciales con una técnica decimonónica que produce un halo luminoso alrededor del objeto. Aquí, los vestigios materiales de la violencia –un cuchillo improvisado, la camisa de un periodista asesinado– aparecen desplazados de su condición de prueba objetiva para adquirir una dimensión poética y siniestra. En palabras de Freud, “lo siniestro sería aquella suerte de sensación de espanto que se adhiere a las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás” (Freud, 1919/2006, p. 241). En este sentido, la obra de De la Torre activa en el espectador un reconocimiento inquietante, donde los objetos hablan del sujeto ausente, y en su elisión se intensifica la carga emotiva.

La artista explora el potencial subjetivo de la fotografía. En Recién nacido (2001-2002), reconstruye el proceso visual de los primeros días de vida. Las imágenes borrosas, sobreexpuestas y descentradas evocan “un tiempo previo a la formalización de la visión” y desplazan el rol de la fotografía como instrumento de precisión hacia una reflexión perceptual y cognitiva. La experiencia visual del neonato es presentada como una lucha con la luz que remite a la alegoría platónica, pero que, en este caso, se convierte en una reconstrucción fotográfica rigurosa de la percepción.

Milagros de la Torre propone una poética de la desconfianza. Al enfatizar los procesos, los errores, las ausencias y las huellas, la artista revela que la esencia de la imagen fotográfica es, paradójicamente, ser ausencia. Como señala Barthes (1980/2008), toda fotografía implica un “eso ha sido” que testimonia la presencia irrecuperable. En el caso de De la Torre, este principio se amplifica en clave política y subjetiva, donde los objetos vaciados de cuerpo, los negativos invertidos, las páginas censuradas, los hematomas y las visiones del recién nacido nos confrontan con lo inasible, lo reprimido y lo traumático, pero también con la posibilidad de construir una conciencia crítica y estética a partir de la imagen.




Barthes, R. (2008). La cámara lúcida. Paidós. (Original publicado en 1980).
Foucault, M. (2009). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI. (Original publicado en 1975).
Freud, S. (2006). Lo siniestro. En Obras completas, vol. XVII. Amorrortu. (Original publicado en 1919).
Giunta, A. (2008). Escribir las imágenes. Ensayos sobre arte argentino y latinoamericano. Siglo XXI.
Tagg, J. (1988). The Burden of Representation: Essays on Photographies and Histories. Palgrave Macmillan.