
Jenkins propone que la narrativa transmedia es una forma de relato que “se despliega a través de múltiples plataformas mediáticas, con cada nuevo texto haciendo una contribución distinta y valiosa al todo”.
A través de múltiples plataformas mediáticas, el relato ya no está confinado a un solo soporte (libro, cine, televisión) sino que fluye entre varios medios (web, videojuegos, cómics, redes, realidad aumentada, etc.).
Cada nuevo texto … hace una contribución distinta y valiosa. No se trata de meros “spin-offs” que repiten la misma historia en otro soporte, sino de piezas que amplían, profundizan o enriquecen el universo narrativo desde su propio medio.
La idea del “todo” narrativo como un universo mayor. Los distintos textos/soportes conforman un universo narrativo más vasto que cualquier soporte individual podría contener.

En la práctica, Jenkins señala como ejemplo paradigmático la franquicia The Matrix, donde cine, cómics, animación, videojuegos contribuyeron a construir un universo compartido que requería explorar más de un medio para completarse.
La formulación de Jenkins implica transformaciones en varios niveles. La convergencia mediática (flow de contenidos, migración de audiencias, cooperación entre industrias) es la base sobre la cual se funda la práctica transmedia. Jenkins la identifica como un paradigma que reconfigura la producción y circulación de contenidos. En su esquema, las audiencias migran entre medios, recombinan fragmentos, discuten, colaboran — lo que él denomina “inteligencia colectiva” y “cultura participativa”. La narrativa transmedia ofrece un “mundo” narrativo (world-making) que el usuario puede habitar desde distintos puntos de entrada y distintos medios. Esto altera la forma de contar historias, donde ya no basta con un solo medio, sino con un ecosistema de narración. Estas implicaciones resultan relevantes para entender cómo la creación artística puede desplegar estrategias transmediales, pensando en cómo cada soporte aporta algo irreductible al universo que se crea.
Si concebimos el archivo (fotográfico, gráfico, documental) como un universo que puede desplegarse en múltiples plataformas (web, instalación, performance, IA, etc.), la lógica transmedia sugiere que cada soporte no solo repite sino expande o interrumpe el archivo, ofrece “capas” distintas. Por ejemplo, un testimonio oral podría publicarse en web; una obra gráfica en instalación física; una intervención audiovisual en IA; cada uno contribuye al archivo-universo de otra forma, sumando, diversificando, generando intersticios de visibilidad/invisibilidad. En el marco transmedia, la dispersión, la fragmentación, la migración de audiencias pueden asumirse como estrategias deliberadas para generar “intersticios” narrativos.
Si bien el concepto de narrativa transmedia es poderoso, también tiene tensiones que conviene considerar críticamente. Jenkins lo señala en su análisis, que la convergencia mediática y las estrategias transmedia pueden servir tanto a la expansión del capital cultural e industrial como a la cultura participativa. La lógica de mercado puede colonizar la transmedia, convirtiéndola en mera extensión de marca, sin aportes reales al universo narrativo. Si los usuarios migran entre múltiples plataformas para “completar” la experiencia, ello puede generar desigualdades —quienes no tienen acceso a cierto medio quedan fuera del universo narrativo completo. Esto es especialmente relevante si pensamos en contextos periféricos, latinoamericanos, o con limitaciones tecnológicas. Por lo tanto existe riesgo de que la dispersión narrativa se convierta en dispersión sin coherencia —los usuarios pueden sentirse perdidos, o bien la obra puede requerir tanto de múltiples accesos que el compromiso disminuya. La implicación artística tiene que diseñar la navegación, la autonomía del usuario/observador, los puntos de entrada.
El aporte de Henry Jenkins al definir la narrativa transmedia en Convergence Culture aporta un marco potente para repensar la narración como un ecosistema multimedial, relacional, participativo y expansivo.

