
Con Ella y su hijo, Saeed Roustayi vuelve a colocar una lupa sobre las tensiones que atraviesan la vida cotidiana de las mujeres iraníes, atrapadas entre un entramado de violencias estructurales, normas sociales restrictivas y la fragilidad emocional de sostener una familia en soledad. Tras el impacto internacional de Los hermanos de Leila (2022), Roustayi regresa con un drama íntimo y poderoso que combina su sensibilidad social con un pulso narrativo firme, capaz de convertir una historia individual en un retrato incisivo de su país.

La película sigue a Mahnaz (con la actriz Parinaz Izadyar), una enfermera viuda de 35 años que cuida sola a sus hijos mientras intenta reconstruir su vida con su prometido, Hamid. La rebeldía de su hijo Aliyar, el cual fue expulsado del colegio en medio de un clima creciente de tensiones, desata una cadena de acontecimientos que culmina en un accidente trágico. A partir de ese punto, Ella y su hijo se transforma en un relato de búsqueda, en una madre que intenta encontrar justicia en un sistema decidido a silenciarla y disciplinarla.

Roustayi construye este viaje emocional con una mezcla impecable de realismo y tensión moral. Su cámara, siempre cercana a los rostros y a los espacios domésticos, revela un mundo donde la autoridad masculina, la burocracia y la presión social se entrelazan para limitar cualquier gesto de autonomía femenina. La película se sostiene en la enorme fortaleza de Mahnaz, una mujer que desobedece las imposiciones de su entorno para defender a su hijo y a sí misma.

Izadyar ofrece una interpretación contenida y profundamente humana, mientras Payman Maadi y Hasan Pourshirazi encarnan, cada uno desde matices distintos, las figuras masculinas que orbitan alrededor del conflicto. Roustayi, fiel a su estilo, evita el efectismo, dejando que la tensión emerja de los silencios, de los gestos cotidianos, de la manera en que un pasillo de hospital puede convertirse en un espacio de confrontación ética.

Ella y su hijo es una obra íntima, centrada en el punto de vista femenino, e incisiva en su denuncia de las desigualdades estructurales. El film recae sobre las mujeres en contextos de control social, pero que también reconoce su capacidad de resistencia. En la figura de Mahnaz, Roustayi encuentra un símbolo de lucha cotidiana, en una mujer que, aun rodeada por mecanismos diseñados para quebrarla, se niega a renunciar a su dignidad.

