
Ganadora del Gran Premio de la Semana de la Crítica en Cannes, Un fantasma para servirte irrumpe como una de las óperas primas más singulares del año, creando una mezcla insólita de fantasía doméstica, comedia negra, melodrama romántico y sátira política. Ratchapoom Boonbunchachoke se estrena detrás de la cámara con una obra que abraza el absurdo para revelar, con incisiva lucidez, la violencia estructural de un sistema diseñado para borrar sus propios fantasmas.

La premisa es tan delirante como profundamente trágica. Nat muere por la contaminación de polvo en una fábrica, pero su espíritu regresa reencarnado en una aspiradora. Su esposo, March, atrapado en el duelo, encuentra en este artefacto animado una presencia que reaviva su vínculo afectivo, mientras la familia del difunto, marcada por un accidente silenciado en la fábrica, rechaza la posibilidad de aceptar a este “fantasma útil”. En su afán por ser aceptada, Nat decide limpiar la planta industrial y las almas que allí quedaron suspendidas, convirtiendo la limpieza en una operación política de memoria.

Boonbunchachoke inicia su película como una comedia de situación, donde un cliente confundido, una aspiradora que “escupe” lo que absorbe, un servicio técnico que narra historias de reencarnaciones industriales como si fueran parte del manual de usuario. No hay sobresalto ni incredulidad; en el universo del film, los objetos hablan con naturalidad y los vivos conviven con los muertos sin que eso perturbe la lógica cotidiana. Sin embargo, conforme avanza el metraje, la película se expande hacia territorios más oscuros y densos. El romance imposible entre March y la aspiradora convive con tensiones familiares, capas de trauma laboral, persecuciones fantasmales y un incisivo comentario sobre cómo el poder estatal y corporativo administra la memoria, determinando qué se recuerda, qué se entierra, qué fantasma se permite circular y cuál debe ser exorcizado.

La fotografía de Pasit Tandaechanurat aporta un cromatismo que oscila entre lo fabril y lo onírico, mientras la música de Chaibovon Seelukwa subraya lo melancólico sin restarle ligereza al absurdo. Boonbunchachoke demuestra una sorprendente madurez al navegar entre géneros sin perder cohesión ni tono.

En Un fantasma para servirte, el espíritu que habita la máquina es una metáfora del propio país, es una sociedad que convive con sus muertos sin escucharlos, que ordena el polvo para esconder las capas de violencia que lo producen. Boonbunchachoke convierte esa contradicción en un dispositivo poético y político de enorme potencia, logrando una película que desarma el duelo, el amor y la memoria desde la ironía.




