
La primera edición de Encuentros de Cine por Palestina en México es un gesto de resistencia, cuidado y memoria. El festival se plantea como un territorio que se levanta desde la solidaridad, como un espacio donde las imágenes reclaman justicia, con dignidad y hablan de la vida frente a más de siete décadas de ocupación, desplazamiento forzado y violencia estructural.

Del 25 al 30 de noviembre de 2025, la Cineteca Nacional, la Casa de los Pueblos Samir Flores Soberanes y diversas sedes alrededor del país abrirán sus pantallas para interpelar al público mexicano con una pregunta incómoda y necesaria ¿cómo dialoga la lucha palestina con las violencias que atraviesan nuestro propio territorio? Militarización, gentrificación, despojo, racismo, desaparición forzada, esos son los mismos sistemas de muerte que cercan Palestina y que también operan aquí. El festival, desde su independencia y su tejido colectivo, propone que mirar cine palestino es aprender a resistir, a imaginar y a sostener comunidad en medio del desastre.

La programación, amplia y rigurosa, revela la potencia estética y política del cine palestino contemporáneo. “Palestina Animada”, programa de cortometrajes de animación, abre el festival con una fuerza sensible que pone en el centro a las infancias, los cuerpos vulnerados y las maternidades que cuidan y crean. Desde la stop-motion de Nobody hasta la poética simbólica de Sin límite o el duelo nocturno de Layl, las animaciones transforman a la guerra en un archivo emocional donde persisten la esperanza, la imaginación y el derecho a soñar.

Le sigue la exhibición de “El cuento de las tres gemas”, clásico de Michel Khleifi que recuerda la fuerza inicial de un cine que ha sabido entrelazar ternura, mito y política sin perder su filo crítico. En “Los recolectores (Foragers)”, Jumana Manna produce un fino puente entre humor, resistencia ambiental y colonialismo, acompañada por cortos que abordan exilio, cuerpo digital y memoria vegetal.

Uno de los momentos más potentes llega con “Cuenta tu historia, pequeña ave”, donde las vidas de siete mujeres militantes narran la historia de la resistencia palestina desde adentro, sin romanticismo, con la materialidad áspera de la lucha. Precede a esta obra House, pequeña joya animada donde una familia defiende su hogar frente a la irrupción de un huésped con “otros planes”, creando una metáfora simple y devastadora de la ocupación.

El programa “Imaginación Radical Palestina” confirma que la memoria también es un campo de experimentación formal, donde la animación digital, el archivo intervenido, las narraciones híbridas y los videodiarios componen un mapa de subjetividades fracturadas y desplazadas. Desde la luna vendida como propiedad privada en Moonscape hasta el regreso digital a Haifa en Google Street View, estas obras expanden los límites de la representación palestina.

En “A Fidai Film”, Kamal Aljafari regresa a los archivos saqueados en Beirut para reconstruir una memoria visual arrebatada. La película es a la vez duelo, arqueología y contraataque simbólico, acompañada por Paradiso, XXXI, 108, pieza que convierte el sonido del bombardeo en un silencio atroz que resuena más fuerte que cualquier explosión.

Finalmente, “La familia Abed”, díptico dirigido por Miguel J. Crespo, aterriza el conflicto en México, donde vemos la lucha de un refugiado por reconstruir a su familia en medio de la islamofobia, los trámites interminables y las violencias que se repiten a ambos lados del mundo. Es un cierre íntimo que recuerda que la solidaridad no es abstracta, ya que tiene nombres, rostros y duelos que siguen abiertos.

Los Encuentros de Cine por Palestina en México nacen como una plataforma necesaria, como un acto de hospitalidad, una pedagogía de la resistencia y un ejercicio de memoria viva. En un contexto mundial donde la deshumanización se expande como doctrina, este festival ofrece un espacio para volver a sentir. Para mirar de frente el dolor, para imaginar mundos posibles desde la potencia del cine palestino, que nunca ha dejado de filmar aun en medio de la demolición.

Aquí, las imágenes se vuelven refugio, denuncia y semilla. Participar de este encuentro es recordar que la solidaridad también es una forma de hacer cine. Y que Palestina sigue viva en su cine, en su pueblo, y en cada mirada que decide no apartarse.

























