
Shirin Neshat (Qazvin, 1957) emerge a finales del siglo XX como una de las voces visuales más potentes del arte contemporáneo, desarrollando una obra profundamente informada por su condición de inmigrante y exiliada iraní residente en Estados Unidos. Su llegada a Los Ángeles en 1975 coincide con los años previos a la Revolución Islámica de 1979, un proceso sociopolítico que transformó la estructura cultural y jurídica de Irán. Este desplazamiento inaugura un desgarro identitario que Neshat convertirá en una metodología artística, al ver a Irán desde fuera.

Las primeras visitas de la artista a Irán en la década de 1990 profundizan esta ambivalencia. Neshat encuentra un país donde el velo es obligatorio, la censura es estructural y el fundamentalismo regula la vida cotidiana, especialmente la de las mujeres. Este choque entre pertenencia afectiva y alienación política se convertirá en el eje conceptual de su serie Women of Allah, un corpus de fotografías que explora las tensiones entre martirio, erotismo, violencia, escritura y agencia femenina.

En Women of Allah (1993–1997), Neshat colabora con diversos fotógrafos para producir imágenes en blanco y negro donde fragmentos del cuerpo femenino —manos, brazos, rostros— sirven como superficies para la escritura persa. Las fotografías incorporan poemas de autoras como Forugh Farrokhzad, cuyas voces articulan un deseo femenino históricamente reprimido por estructuras patriarcales.

La escritura funciona, en este contexto, como una doble operación, marcando la imposibilidad de hablar en el espacio público y, simultáneamente, abre un canal clandestino de comunicación íntima. Siguiendo a Farzaneh Milani, estas poéticas del cuerpo escrito rompen con la tradición que mantenía las voces femeninas recluidas “detrás de muros y velos”.

Una obra paradigmática es Whispers (1997), donde la imagen de un hombre y una mujer se aproxima sin tocarse. El poema “Na ashena” de Farrokhzad introduce un erotismo que no deriva de la proximidad física, sino de la imposibilidad del contacto. La carga sensual proviene del régimen de prohibiciones que separa a ambos cuerpos, donde el deseo se expresa en la distancia que la fotografía construye y politiza.
Este gesto visual convierte la censura en un componente estructurante del erotismo. Neshat dramatiza la tensión entre deseo y prohibición, abriendo una crítica implícita a los mecanismos del Estado iraní sobre la intimidad.

Obras como Guardians of Revolution (1994) o Untitled (1996) muestran a mujeres en poses propias del salat, con fragmentos de literatura inscritos en las manos o los dedos. Neshat rescata motivos persas, islámicos y ornamentales —el hamsa, la caligrafía, los patrones decorativos— para “releerlos” desde una sensibilidad contemporánea. Ella misma describe esta práctica como una re-adaptación que combina memoria, ornamentación, resistencia y subjetividad.
Este gesto tiene una dimensión política, al colocar literatura de mujeres marginadas, como Ravanipor o Farrokhzad, dentro de símbolos estatales promovidos por la República Islámica, la artista yuxtapone dos genealogías incompatibles. La mano que simboliza protección religiosa también se convierte en portadora del deseo y la agencia femenina.

Tras su detención en el aeropuerto de Teherán en 1995, Neshat se vuelca al video y al cine. Esta transición marca una ampliación de su lenguaje, iniciando en el cuerpo fragmentado, para llevarlo al cuerpo en movimiento, del texto al sonido, de la fotografía a la instalación multisensorial.
En Turbulent, dos pantallas muestran la asimetría legal del canto en Irán, donde un hombre actúa ante una multitud, mientras una mujer canta sola frente a un auditorio vacío. La voz femenina se despliega como un grito experimental, no verbalizable, que subvierte la prohibición al llevar el placer sonoro a un nivel abstracto e indomesticable. Esta obra es un manifiesto sobre cómo la opresión de un sistema produce formas alternativas y radicales de expresión artística.

En Rapture, filmada en Marruecos, Neshat contrapone dos espacios alegóricos, la ciudad (masculina, fortificada, jerárquica) y la naturaleza (femenina, ritual, comunitaria). La secuencia final de mujeres navegando hacia mar abierto ha sido leída como una metáfora de las migraciones políticas contemporáneas. El mar es tanto un umbral de libertad como un territorio de riesgo, y esta ambivalencia refleja la precariedad del exilio en un mundo globalizado.
A partir de los años 2000, Neshat amplía su mirada hacia otros territorios, explorando conflictos como el Movimiento Verde en Irán, la Primavera Árabe o la retórica antiinmigrante en Estados Unidos. Sus obras dejan de referirse exclusivamente a Irán para situarse en un marco global, donde el exilio, la pérdida y el desplazamiento se vuelven experiencias compartidas.

El uso de múltiples pantallas, atmósferas sensoriales y colaboraciones con músicos e intérpretes permite a Neshat construir mundos poéticos donde lo político aparece desde los afectos. Su estética busca mostrar la dimensión emocional, subjetiva y a menudo contradictoria de quienes viven bajo regímenes autoritarios o sistemas migratorios deshumanizantes.

La obra de Shirin Neshat articula una poética de la distancia, entre Irán y Estados Unidos, entre tradición y contemporaneidad, entre deseo y censura, entre pertenencia y exilio. Sus fotografías inscritas con poesía femenina iraní abren un espacio donde el cuerpo se convierte en archivo vivo, mientras sus videos elaboran fábulas políticas que problematizan la relación entre género, espacio y poder.
Neshat rehúsa la fijación identitaria, la artista no representa a la mujer musulmana como figura homogénea, ni convierte su exilio en una narrativa unívoca. Por el contrario, despliega contradicciones, ambivalencias y tensiones que revelan la complejidad de los sujetos atravesados por la historia.
