
En The Pillow Book (1996), Peter Greenaway ensaya una sinestesia visual en la que escritura, cuerpo e imagen se pliegan uno sobre otro como capas de pergamino. Inspirado libremente en el Makura no Sōshi de Sei Shōnagon —diario fragmentario y exquisitamente sensual escrito hacia el año 1000 por una dama de la corte Heian—, el film traslada al cine una experiencia estética que encuentra en la caligrafía japonesa un modo de habitar el deseo.

Nagiko, la protagonista, vive marcada desde la infancia por un rito de iniciación íntimo, cada cumpleaños, su padre traza sobre su rostro los signos de una bendición tradicional. Esta inscripción paterna, deviene en una obsesión, el placer con la palabra, el cuerpo con el texto. Ya adulta, busca amantes que escriban sobre su piel, convirtiendo su cuerpo en un campo de experimentación poética y política.

La película propone entonces una lectura posmoderna de Japón, acercándolo a una relectura crítica. Hong Kong, como escenario principal es una metáfora de las relaciones tensas y deseantes entre Oriente y Occidente. El film se posiciona en esa tensión, con una puesta en escena abigarrada, saturada de tipografías, pantallas divididas, capas de subtítulos y texturas visuales, donde la narración tradicional se disuelve en una arquitectura audiovisual fragmentaria.

La identidad japonesa se presenta como construcción estética y política. La práctica de la caligrafía se convierte en el dispositivo que articula una reflexión sobre el cuerpo como archivo, sobre la memoria inscrita en la piel, sobre el deseo como lectura. La gracia erótica del signo japonés que Roland Barthes destaca en El imperio de los signos se materializa aquí en una práctica en la que el lenguaje deja de ser portador de significados para devenir superficie del goce.

El cuerpo de Nagiko se convierte en un acto de resistencia contra el patriarcado, el colonialismo y la violencia simbólica inscrita en el lenguaje. Es un gesto de subversión, al pasar de ser soporte pasivo a una figura activa, invirtiendo el orden del relato y reescribiendo con su cuerpo la historia de los signos. Este gesto tiene resonancias con la performance gutai, la fotografía are-bure-boke y la nuberu bagu japonesa, donde el cuerpo intervenido y el registro fragmentario rompen las convenciones narrativas.

Greenaway, compone un palimpsesto audiovisual. El cuerpo femenino, inscrito por capas de escritura, se convierte en campo de tensión entre el texto y la imagen, entre la tradición y la modernidad, entre el placer y el dolor. The Pillow Book es un film que, al igual que el diario de Shōnagon, busca la proliferación de sentidos. Un tratado visual sobre la belleza de lo efímero.

The Pillow Book reivindica el signo ilegible, el cuerpo fragmentado y la imagen como superficie porosa.
