
La práctica artística de Paula López Droguett se despliega en los márgenes, en las fracturas que el poder deja al pasar. Allí, donde el archivo falla, donde la imagen ya no representa, donde el cuerpo insiste, su obra activa una estética de la fisura. López Droguett trabaja desde el intervalo, en un espacio de tensión entre lo visible y lo que no puede ser visto, entre el gesto mínimo y la fuerza contenida que desborda los límites de la representación.

Su trabajo desmonta los dispositivos que la sostienen la violencia, reapropiandose archivos, interviniendo materiales frágiles, manipulando restos visuales. La artista desactiva el archivo como herramienta de control y lo reconfigura como zona de resistencia, como territorio donde el cuerpo subalterno, silenciado o invisibilizado, puede reaparecer como una presencia insurgente.

Desde una mirada feminista y decolonial, López Droguett interroga las lógicas extractivistas del conocimiento visual —esa mirada que busca capturar, clasificar, poseer—, y propone una ética de la escucha, de la opacidad, de lo irreductible. Sus obras, se sostienen en la fragilidad del gesto, en la precariedad de los materiales, que se encarnan. Y en esa encarnación se produce una fricción, un roce con lo real que no se deja domesticar.
Ya sea mediante cuerpos fragmentados, paisajes arrasados o memorias ruinosas, la artista insiste en el temblor de lo que permanece, en lo que resiste sin prometer redención, en lo que se mantiene vivo a pesar del archivo, del olvido, del borrado. En esa insistencia radica su potencia política y poética. Paula López Droguett construye desde la herida, y en ella traza una cartografía de afectos, silencios y memorias.
