
La ópera prima de Laetitia Dosch, El juicio de un perro, se presenta como una fábula mordaz que desdibuja los límites entre comedia, filosofía y crítica social. Inspirada en un juicio real suizo, la película sigue a Avril, una abogada idealista, quien se enfrenta a la insólita tarea de defender a Cosmos, un perro acusado de múltiples mordeduras. A través de esta premisa aparentemente absurda, Dosch construye un relato que cuestiona la naturaleza de la justicia, la condición de los animales y, más ampliamente, la relación ética entre humanos y otras especies.

La película mantiene un equilibrio entre humor incisivo y ternura, donde lo absurdo se convierte en vehículo de reflexión. La directora, junto a Anne-Sophie Bailly, logra que cada escena funcione tanto como comedia como comentario social, con cambios de humor inesperados que intensifican la experiencia.
En términos formales, la película destaca por su inventiva visual y sonora, desde escenas chaplinescas hasta momentos barrocos y surrealistas, la dirección de Dosch explora la expresividad de los gestos y las acciones cotidianas con una sensibilidad lúdica que refuerza su reflexión sobre la vulnerabilidad, la justicia y la animalidad.

Si bien el planteamiento puede parecer extravagante, la película consigue trascender el gag inicial para ofrecer una meditación sobre los límites del antropocentrismo y la empatía.



