
El título de la exposición funciona como un guiño ambiguo, donde muchedumbres y plagas se entrelazan como metáforas de lo humano y lo animal, recordándonos que las aglomeraciones urbanas no están tan lejos de las colonias de insectos. Esta tensión encuentra resonancia en las metamorfosis antropozoomórficas que recorren la obra, evocando inevitablemente a Kafka. Madrigal no se limita a ilustrar el imaginario kafkiano, sino que lo actualiza desde una perspectiva de género, encarnando en figuras femeninas el peso de las patologías sociales contemporáneas, las exigencias y presiones sobre los cuerpos de las mujeres en la sociedad actual.

Los libros dedicados a la Ciudad de México —Plaza Tolsá, Metro, Ángel de la Independencia— trasladan la reflexión hacia lo colectivo, donde la ciudad es un organismo vivo, como archivo en movimiento donde lo pasado y lo presente coexisten en capas. Aquí la muchedumbre es un tejido de memorias compartidas, capaz de expandirse y contraerse como un cuerpo común. Frente a ello, los libros Ciudad Espejo y Parvada registran la paradoja de la pandemia, el vacío urbano intensificando la ausencia. Como recuerda Derrida, los lugares guardan la huella de sus habitantes, incluso cuando estos no están.

La obra de Madrigal se despliega así entre dos polos, la saturación y el vacío, la plaga y el silencio. Sus libros-objeto, con estructuras que se despliegan, convierten al espectador en viajero activo, invitándolo a habitar un espacio que es de contemplación y tránsito, un territorio donde lo íntimo se mezcla con lo colectivo y lo humano se confunde con lo animal.

En conjunto, Muchedumbres y otras plagas reafirma la potencia de Elsa Madrigal Bulnes como artista multifacética que se resiste a los límites disciplinarios. Su trabajo nos interpela ¿dónde termina la multitud y dónde comienza la plaga? ¿qué nos dicen las metamorfosis sobre nuestras identidades y patologías contemporáneas? En un momento en que las ciudades, los cuerpos y las memorias se ven atravesados por crisis sanitarias, sociales y políticas, la exposición se levanta como un espejo incómodo y lúcido de nuestra propia condición.




