Autor- Juan Antonio Molina
Es preciso ahora
olvidarlo todo.
Como quien habla
de las flores
en un jardín exótico.
Como quien habla de la lluvia.
De una muchacha joven.
Como quien habla
de los transeúntes.
Como quien habla.
De los astros.
De la naturaleza.
De una mancha de café en el piso.
Es preciso olvidarlo todo así,
como quien habla.
Como quien habla en sueños.
Como quien de pronto sueña.
Su propia muerte.
23:23
Cuidado, pues, con el número…
José Lezama Lima
He visto crecer los girasoles
salvajes
ante la puerta de Li Tai Po.
Atrapada.
En las intermitencias
de una progresión imposible.
El alma vive.
Ritmos alucinantes.
Ciclos de oscura fatalidad.
El pasado es un animal
con un potente golpe de cola
que atraviesa el tiempo.
Y me azota.
El tiempo se mira en el espejo
de este minuto exacto.
Es el momento en que las niñas
se van de casa
y los acróbatas saltan.
Es el tiempo de las apuestas.
Dr. Hyde y Cenicienta
se vienen al unísono.
Los capitanes gritan
avancen, avancen.
Sí.
Vivir en este
preciso lapso
en que los números
se deslindan del tiempo.
Como si la vida fuera
un juego de azar
y cada instante fuera
sólo
una combinación
entre muchas posibles
y simultáneas.
Sí.
Dejarse poseer.
Embriagarse
con la simetría de la cifra.
Leer el poema
desde el verso que reza:
leer el poema
hasta ese otro verso
que todavía no he escrito.
Estoy recuperándome de mí mismo.
Estoy convaleciendo de una enfermedad
llamada yo.
Y si todo pasa al mismo tiempo.
Si todo el tiempo del mundo
está comprimido en este
instante.
Si no hubiera otro momento.
Antes ni después de este.
Si creemos en la eternidad
es porque somos demasiado
breves.
Ahora mismo se pierde una batalla
que no era necesaria.
Ahora mismo se escribe un poema
que nadie leerá.
No existe el futuro.
He visto crecer los girasoles
ante la puerta de Li Tai Po.
Esos cometas
Esos cometas
que pasan frente a la Tierra
una o dos veces durante la vida
breve de cada persona.
Acuden puntualmente a la cita, pero nunca se quedan.
Y en realidad nosotros no les importamos nada.
Ni nuestras lágrimas ni nuestros versos.
Ni los muertos, ni los recién nacidos
ni los adelantos de la astronomía.
Durante varios días se arma un alboroto
y después volvemos a olvidarlos.
Regresamos al polvo.
Polvo de estrellas. Ustedes dirán.
Cuando llegan los cometas, llamamos a los niños.
Vengan a ver algo maravilloso.
Cuando se repita ya serán demasiado viejos
y no querrán oír hablar de la eternidad.
Tam Tam
Matemos de una vez los pavorreales.
Eliminemos para siempre todo vestigio del azur.
Que el presente no sea un lujo en el poema.
Que el poema no sea un detalle en la ceniza
de los cisnes desplumados.
Terminado el pentadecasílabo,
los negros de mi familia dormirán en el piso,
soñando con princesas
de grupas prominentes,
desnudas y obligadas
bajo el céfiro.
Bajo el céfiro
suenan los tambores.
En mi barrio hasta la nieve es tropical,
hasta la sangre,
hasta una bala de inquietante destello.
Hay que ponerse la camisa minuciosamente
para bailar en esta fiesta de maldiciones
A posteriori
Algún día
toda la galaxia estallará
y no quedará rastro ni memoria
de las palabras.
Y algún día,
después de millones de años
que nadie contará,
todo comenzará de nuevo,
probablemente en otro lugar
y de otra manera.
Éramos polvo de estrellas
antes de esto
y seguiremos siendo polvo de estrellas
cuando todo pase.
Sólo el polvo permanece.
Entiendo que a menudo pienses
que nada tiene sentido.
Y por qué habría de tenerlo
—preguntaste—
si los únicos con intenciones
de interpretar el universo
somos nosotros
y nuestro juicio no importa.
Me imagino a Dios
después de crear el mundo,
pensando, cabizbajo:
“esto no les va a gustar”.
Tengo una noticia para ustedes:
sólo trascenderá la materia.
El espíritu se desecha.
Es díscolo
y no tiene ninguna utilidad
a posteriori.
Su carta oscura
Lleva la metáfora su carta oscura,
desconocedora de los secretos del
mensajero…
José Lezama Lima
Si dios existe
yo no existo.
Existir no es algo
que podamos hacer los dos
al mismo tiempo.
Ni en el mismo lugar.
Si dios existe
yo soy su alucinación
y su delirio.
Su fantasía neurótica
y perversa.
Narcisista.
Si dios existe,
yo pudiera ser
su más absurda
pesadilla.
El peor accidente de su
conciencia
esquizoide.
Alguien que se ha inventado
para tener con quien
hablar.
O para no tener que hablar con nadie.
Si dios existe yo soy su fetiche
y su espejo.
Su máquina masturbatoria.
Cuando creo estar pensando
es él quien piensa.
Cuando digo yo
es a él
a quien se refiere.
Y si esto es un poema.
Quién es el poeta.
—Yo
debería ser
su carta oscura.
Si dios existe,
está solo
en el universo
y yo soy una
de sus tantas
personalidades
(como en aquella historia
del náufrago que hablaba
con su pelota de fútbol).
En esta historia
yo no soy la pelota,
sino el aire que contiene.
El espíritu que habita en ella.
Y que se escapa
con un silbido
apenas perceptible.
Cuántas veces
Cuántas veces
tendré que desvanecerme
antes de ser llamado
por mi nombre.
Cuántos caminos
habré de andar
para perder el miedo,
cuántas
veces tendré que decir adiós
en esta tierra.
Cuántas veces decir no,
no ahora,
en el tiempo que me queda.
Cuántas veces en esta tierra.
Cuántas.
Cuántas veces
tendré que repetirlo.
Con cuáles letras.
Con cuáles voces.
Morir.
Dormir.
Soñar acaso.